EL MUNDO
4
abril 2015
Mujeres Tigre
Carme Chaparro
El imaginario colectivo cree que uno de los mayores
miedos de las mujeres cuando llega el verano son los kilos de más. Ese michelín
que se reproduce en la
tripa. Esa acumulación de grasa que se dobla en la espalda
justo encima de la
cintura. Ese muslo que aguanta con dignidad si estamos de
pie, pero que se expande como un flan cuando nos sentamos.
Para muchas
mujeres, la gran vergüenza no es ponerse un biquini y que aparezcan grasa y
flacidez. Para muchas la gran vergüenza es descubrir en público sus estrías.
Ponerse un vestido con algo de escote y que asomen en los pechos. Ponerse un
traje de baño y que se vean en los glúteos. Ponerse un biquini y que estén,
como un letrero luminoso, en la barriga. Tengo amigas tan avergonzadas por sus
estrías que no se cambian nunca de ropa -ni siquiera en el gimnasio- delante de
otras personas. Otras no volverán a llevar un biquini, porque el embarazo les
dejó la tripa llena de ellas. Amigas avergonzadas de algo inherente a la mujer
por culpa de la carga hormonal -aparece en la pubertad, los embarazos y la
menopausia- o por cambios bruscos de peso. Avergonzadas de algo que no se puede
tratar, que está ahí y ahí se quedará para siempre. Avergonzadas de algo que no
puede ni siquiera disimularse. Ni prevenirse. El cuerpo de las mujeres es
nuestro campo de batalla, como dijo la artista Bárbara Kruger, y cada estría es una marca de
guerra.
Para dar un
empujón de autoestima a quienes tienen estrías, ahora que llega la temida operación
biquini, Proyecto Kalho ha lanzado la campaña Mujeres Tigre.
Decenas de ellas están subiendo a las redes sociales imágenes de su piel rota.
Soy mujer. Tengo estrías. ¿Y qué? Bueno, vistos los comentarios de algunos
hombres, aún nos queda mucho por hacer. Les dejo con este, a ver qué les
parece. «Curioso artículo haciendo apología de lo antiestético. Hay que saber
estar y tener sentido de la oportunidad, evitando no molestar a los demás. Hay
que ser poco generoso para imponer sí o sí al resto la visión de las propias
imperfecciones. Y lo sabéis».